jueves, 15 de enero de 2009

NOTA SOBRE LA IMPROVISACIÓN MAGAZINE ON LINE "CLUB OXIGENO"

Sentarte en la butaca sin saber qué vas a ver: aquí reside el vértigo y la magia del teatro de improvisación, un género fresco y divertido que está arrasando en las salas de medio mundo. En una sociedad cada vez más tecnificada, el público vuelve a sorprenderse con el instrumento más sencillo: la imaginación de un actor

“A ver, decidme, rápido: ¿un arma con la que morirse?”, grita el presentador. El público responde con un alboroto digno de un partido de fútbol. “¿Cómo? ¿Una laca de uñas? ¡Vale, una laca de uñas! ¿Y un lugar?”, la locura se expande en gritos, gestos, manos que se alzan... “Muy bien, un conducto de aire acondicionado. Pues empieza la improvisación: 3, 2, 1... ¡ya!” Con sólo estas palabras y su fantasía, el actor de Impromadrid comienza a interpretar una increíble historia sobre un ladrón que, para no ser pillado in fraganti, se esconde en un conducto de aire acondicionado, pero, cuando cree que está a salvo, encuentra a una bella ninfa que intenta encandilarle hasta que lo mata con su arma: su laca de uñas. El público no para de reír...

Historias como éstas nacen todos los días espontáneamente en escenarios de medio mundo para hacer viajar a los espectadores hasta la esencia más pura del teatro: el juego del actor con su imaginación. “La improvisación es tan antigua como el teatro, y desde siempre se ha utilizado como una herramienta de entrenamiento para los actores”, explica Santiago Sánchez, de la compañía valenciana L’Om - Imprebís. Eso, hasta que en los años 70 el canadiense Keith Johnstone se dio cuenta de que los ensayos de su compañía eran más divertidos que las funciones. Y hasta que un día de 1977, otros dos canadienses, Yvon Leduc y Robert Gravel, estaban viendo un partido de hockey sobre hielo en un bar cuando, en el descanso, empezaron a parodiar varias escenas improvisadamente. Su “show” tuvo tanto éxito que los dueños del local les pidieron que volvieran la semana siguiente. Había nacido la improvisación como espectáculo en sí mismo.

“El match es el espectáculo improvisado por excelencia, una competición entre dos equipos de actores que han de crear historias a partir de temas propuestos por el público, quien después votará la que más le ha gustado”, explica Nacho Soriano, de Impromadrid. Este formato llegó a España de la mano de l’Om - Imprebís en 1985, y se ha ido difundiendo hasta nuestros días. Hoy asistimos a un renacimiento espectacular de la disciplina, con innovadores shows como el Musicall, de l’Om Imprebís, o La Familia García de la Impro, de Impromadrid, la única obra improvisada con capítulos parecidos a una sitcom televisiva.

“Improvisar es vivir sincera e intensamente el momento presente, partiendo del blanco pero con la memoria de quién eres, de tu cultura, tus emociones”, explica Santiago Sánchez. De ese blanco empiezan a brotar historias, personajes, escenarios, situaciones cómicas... que sorprenden hasta al actor. ¿Cómo es posible no bloquearse? “Hay que tener una preparación actoral fuerte, una voluntad firme de hacer volar la imaginación del espectador, y sobre todo, una gran confianza en el equipo”, sostiene este actor valenciano. Los improvisadores han de entrenarse durante años para afrontar los desafíos del público: “Un jamón que se transforma en sillón”, “Hoy me he acostado con el novio de mi amiga”, o “Pez” son algunos de los temas que proponen”, afirma José L. Adserías, de la compañía catalana Planeta Impro. “Nosotros siempre nos acordamos de uno -explica Nacho de Impromadrid, riendo-: “La historia de amor de un taxista y un mejillón”.

La improvisación engancha porque ofrece un espectáculo nuevo todos los días y crea en el público un estado de ánimo muy especial, ya que forma parte del show. Además, es una buena forma de acercar el teatro a “gente joven que ve que la oferta en las salas suele ser anticuada”, dice Nacho de Impromadrid. Quizás por esto se llenan las salas. O quizás sea la frescura del show lo que llama la atención del público: “nuestra sociedad está tan tecnificada que la gente empieza a buscar las herramientas más sencillas y espontáneas de la diversión”, dice Santiago, de L’Om - Imprebís. Y es que “no hay nada como de salir al escenario sin saber qué vas a hacer, o sentarse sin saber qué vas a ver -explica Nacho de Impromadrid-. Es algo maravilloso”.

LA OTRA IMPROVISACIÓN
Como forma arriesgada de abrir las puertas a la creatividad espontánea, la improvisación puede aplicarse a otros ámbitos como la educación, la empresa, la literatura, la universidad... Analizamos dos disciplinas que en los últimos años han creado lazos profundos con la improvisación: la música y la danza

IMPROVISACIÓN MUSICAL
"La improvisación como pensamiento creativo está en el fondo de todas las situaciones, y por supuesto en la música también”. Así de contundente habla Tom Hornsby, director pedagógico de la Escuela de Música Creativa de Madrid. Su centro nació en 1986 para ofrecer una formación estructurada alrededor de la música moderna. Y uno de los pilares básicos de su programa es la improvisación. Según este músico, la improvisación está tan ligada a la música que debería practicarse desde que se aprenden a tocar las primeras notas. Por el contrario, la formación musical tradicional basada en la repetición hace que haya alumnos que adquieren una gran técnica instrumental pero que se bloquean cuando tienen que crear. “La improvisación no consiste en tirar notas al aire, requiere creatividad y un gran control del instrumento”, explica el director. Al contrario del pensamiento común, que asocia la improvisación al jazz, ésta existe en todos los géneros musicales, incluida la música clásica, el pop y el rock. “Tendríamos que poner más instrumentos en manos de más personas con capacidad creativa”, reivindica Tom. Sólo así la gente podrá comprender la fuerza de la creatividad espontánea en cualquier tipo de música.

DANZA IMPROVISACIÓN
La danza improvisación solía utilizarse tradicionalmente como una técnica para crear nuevas coreografías, pero desde hace quince años se está convirtiendo en una pieza en sí misma, con compañías como la Magpie Music Dance Company. “Lo atractivo de estos espectáculos es ver cómo la gente produce en vivo una pieza”, explica Agustín Bellusci, director del Estudio Tres, centro donde se imparten clases de Danza Improvisación y de Contact Improvisation. Según este profesor, para realizar una improvisación en danza hay que escuchar lo que hay dentro de uno mismo y expresarlo corporalmente, combinando este sentimiento interior con lo que nos circunda en el exterior: el espacio, la escenografía o los compañeros. Por su parte, el Contact Improvisation “concibe la danza como una forma de conducir nuestra energía a través de nuestros contactos con el suelo, la pared, los compañeros... Al dejar el peso se genera un juego fluido de sentimientos que conectan con las emociones más íntimas”, explica Bellusci. Energía y creatividad espontánea que en ambas disciplinas puede acompañar todo tipo de música o dejarse llevar, si se prefiere, por la libertad del silencio.

Texto: Vanesa Sánchez

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